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Las primeras estructuras voladoras

Las primeras estructuras voladoras

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El sueño de volar

La humanidad ha soñado siempre con poder volar y ha buscado sin descanso la forma de alcanzar el cielo. Empezando por los globos aerostáticos, que fueron los primeros que se elevaron en el aire, hasta llegar a los aviones modernos, el ser humano, tras múltiples intentos fallidos, ha conseguido finalmente cumplir su sueño. Aunque este proceso ha sido largo y duro, la humanidad siempre ha apreciado el sueño de volar. Este sueño se refleja incluso en el antiguo mito griego de Dédalo e Ícaro.

El vuelo de Dédalo

Dédalo, que había estudiado a fondo el vuelo de las aves, decidió inventar unas alas. Recogió plumas que ató con fibras de lino y las pegó con
miel y cera. Preparó dos pares de alas, unas las fijó al cuerpo de su hijo y las otras a su propio cuerpo.

La fuerza de los músculos
humanos es insuficiente para
volar

En la antigüedad se pensaba que se podía volar utilizando alas hechas con plumas de ave, sin embargo,
todos los intentos acabaron fracasando. En la Edad Media también se llevaron a cabo experimentos similares.

El vuelo y la caída de Ícaro

El hecho de estar volando embriagó tanto a Ícaro que voló cada vez más arriba, más cerca del Sol.
Hasta que el calor del Sol
derritió la miel y la cera que fijaban las plumas,
y las alas se deshicieron.

Mitología griega: Dédalo e Ícaro

El rey cretense Minos encargó a Dédalo la construcción de un laberinto para su hijo monstruoso, el minotauro. Para mantener el secreto del laberinto, Minos prohibió a Dédalo
y a su hijo Ícaro que salieran de la isla tras completar el laberinto.

La continuación del sueño de volar

Aunque el ser humano no fue capaz de volar utilizando alas hechas con plumas de ave, no desistió del sueño de volar. Se dio cuenta de que debía aprovechar la fuerza del viento, así que empezó a buscar nuevos métodos y a crear nuevos inventos.

Dédalo e Ícaro